7 de junio de 2011

Quédate esta noche.

E inesperadamente me atrae hacia sí. Y me da un beso que me envuelve, que casi me rapta, me aspira, me succiona... Se apodera de mi y me deja sin aliento, sin fuerzas y sin pensamientos. La cabeza comienza a darme vueltas, y entonces abro los ojos y veo las estrellas. Y por un instante veo pasar una luz por encima y me gustaría decir: ahí está mi estrella fugaz, y querría expresar mil deseos, pese a que al final solo tengo uno: él. Ha llegado el momento y no tengo necesidad de pedir nada. Mi deseo ya se ha cumplido. Y me encantaría poder gritárselo a todo el mundo. Pero, en cambio, permanezco en silencio y sigo besándolo. Y me pierdo en ese beso... Y nuestros labios son muy suaves, los nuestros son besos dulces, primero lentos y después repentinamente veloces que se mezclan con el viento de la noche. Y yo respiro profundamente. Y casi lo susurro entre dientes.
- Por fin...
Él agudiza el oído y también suspira  entre dientes.
- ¿Por fin qué?
- Por fin has vuelto a besarme...